Los perros han acompañado al hombre desde hace
al menos 15.000 años. Desde entonces, han desarrollado diferentes habilidades
sociales que les permiten comunicarse y cooperar con nosotros. Son sensibles a nuestros gestos y se sabe que reconocen nuestras emociones en las expresiones faciales. Intentan comunicarse con las
personas, buscando su atención o dirigiéndose a ellas cuando necesitan ayuda
para resolver un problema.
Los investigadores creen que todas
estas habilidades sociales tienen una base genética, ya que incluso los cachorros son capaces de leer las
señales comunicativas humanas mientras que los lobos no pueden hacerlo.
Unos científicos realizaron un
experimento en el que trabajaron con beagles, una raza de pelo corto, que habían sido criados de
forma similar para que tuvieran la misma experiencia de contacto humano. A
todos los perros se les presentaba el mismo problema de forma individual. Podían
manipular un artilugio donde obtenían fácilmente dos premios, pero un tercero
quedaba inaccesible en un recipiente con la tapa sellada. Esto provocó que la
mayoría optara por dirigirse a un humano cercano y buscara cooperación
mirándole a los ojos, acercándose y provocando un contacto.

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