Sus restos se encuentran sumergidos a unos 3.800 metros de profundidad desde entonces, pero al parecer no por mucho mas tiempo, ya que un grupo integrado por investigadores españoles y canadienses han descubierto la presencia de una nueva bacteria extremófila (que vive en ausencia de luz y en zonas de elevada salinidad) en la superfície del barco, capaz de acabar con los restos metálicos de este histórico navío.
Los investigadores han denominado a esta bacteria "Halomonas titanicae" en honor al transatlántico y han llegado a la conclusión de que estos organismos se alimentan de la oxidación de materiales, pronosticándoles a los restos del navío no más de 20 años de existencia. Afortunadamente, estas bacterias también pueden ser utilizadas para el reciclaje de estructuras en desuso como viejos barcos o estaciones petrolíferas abandonadas, contribuyendo en cierta medida, a reducir la contaminación.
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